'Prácticamente Nada' (Son Buenos, 2018), es el esperado nuevo LP de Carlos Madrid. Tres años después de su último EP 'El Agua Negra', el cancionista regresa con su trabajo más rupturista y certero.
"Pequeña suicida" está más centrada en el estribillo y en los puentes. Sube y baja en el tono de la letra, maneja a su antojo la melodía y la atraviesa, cual rayo, con la electricidad de una guitarra. ¿A quién no le gustaría ser canción y morir así? No hace falta decir que hay que prestar especial atención al apartado técnico de un disco cuando éste empieza. Con Carlos Madrid se puede reconocer a Miguel Ángel Ruiz, de La Casa con Ruedas, a los mandos de la producción -en los estudios Popsonic-. Infalible. La banda de directo, además de Miguel Ángel, la forman Alv McMartin (teclados), Lorena Cortés Ruiz (batería) y Julián Balibrea (guitarra).
Una de las mejores cosas que hay en este disco está en los coros femeninos y en el comienzo de "Otros planes". Es soberbia, porque empieza a lo grande y sin avisar; que una canción sorprenda llegada a la mitad está bien, pero hacerlo nada más comenzar es diferente, porque pone las expectativas muy altas al no saber qué va a pasar después, si va a ser igual (ojalá) o si va a cambiar. No le falta nada a este principio: Un riff, una guitarra rítmica, una acústica bien presente y ese ritmo que hace que las baterías caminen solas.
El segundo single, "Salvemos el Ártico", va del blanco (oda a la nieve) al negro (oda a las letras irónicas) y está vertebrado por la línea de un bajo que vive en los vinilos de The Cure. “Sería fantástico que el día del juicio final ardieran los neumáticos por toda la ciudad. Y en medio del pánico pudiéramos hoy gritar al típico subnormal:¡Salvemos el ártico!”, dice la letra, antítesis del buenismo que salpica tanto ácido como "Fuerza para vivir", un desafío que cuenta la historia de alguien que se encomienda al dios del camino fácil: “He visto al ángel y a sus ministros reuniéndose en un párking. Comienza el fraude, son chicos listos; terminan su crowdfunding los atletas de Cristo”. Tal vez, el momento más 'Stranger days' de The Doors. Incluso Bunbury.
Si se piensa en vinilo, este sería el final de la cara A. When the music's over, turn out the lights (y el rock and roll). Los atletas no eran un farol, pues son los protagonistas del título de "Básicamente atletas". En este caso, menos es más: la cara B muestra a Carlos Madrid en su línea acústica. Aquí, la percusión y el piano hacen del conjunto un sencillo tema que tiene suficiente con la madera, sin enchufe, fundiéndose con el piano de "Caídos del cielo". En realidad, el piano y prácticamente todo el sentimiento de las letras son casi una constante en todo el repertorio. Como el propio autor indica: “Un desmoronarse y una asimilación dilucida de esa frustración”.
Esto se va terminando. Este papel le cae a "Naranjas secas", pero con tranquilidad y sin prisas. Es la antesala del silencio. Con "Prácticamente nada", la penúltima, nos da la clave de todo el disco en una de las piezas más delicadas y maravillosas escritas por el cartagenero en toda su carrera.
Nada fue casualidad en la última canción, esa revelación que ve de lo divino a lo humano a lo Leonard Cohen titulada "Todos los aviones del mundo". La despedida se convierten en fuegos artificiales a los cuatro minutos, dando lugar a uno de los mejores momentos de todo el disco: El solo de guitarra. Para escuchar en bucle.
Carlos Madrid se encuentra en estado de gracia y, definitivamente, ha firmado el disco más redondo de su carrera. Pero hasta que salga de gira, tocará disfrutarlo en espíritu sonoro. Ya saben: no se puede tener todo.
Puedes conocer todo sobre Carlos Madrid en www.carlosmadrid.net
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